La aventura de conducir en Ruanda
Después de haber cogido ya el
coche unas cuantas veces, hoy voy a contaros un poco la verdadera aventura que
es conducir en este país.
Lo más seguro es que si vais a
conducir en Ruanda, sea a los mandos de un Toyota, ya que aproximadamente el 90
% de los coches son de la marca nipona. Las Hermanas no son
la excepción, y tienen un Land Cruiser blanco.
Además de los Toyota, otra
constante durante el camino serán las personas y las casas, que no se dejan de
ver durante toda la travesía, da igual que sean las 06:00 de la mañana,
habiendo amanecido ya, o las 20:00 de la noche, cuando la noche ha cubierto
todo de oscuridad.
El trayecto que más he realizado,
ha sido ir y volver de Kigali. La distancia que separa la capital de Mugina es
tan sólo de 50 km, pero los límites de velocidad y el tráfico del país hacen
que se tarde entre 1 hora y media o más de 2 horas, según a qué parte de la
ciudad quieras ir.
Los primeros 15 km se hacen por
ese camino de tierra sobre el que ya he escrito en ocasiones anteriores. Ya me
voy conociendo más o menos por dónde pasar para sortear los baches y grietas
que se forman por el tráfico y las lluvias, pero es inevitable que el camino se
haga tedioso y con un ajetreo casi continuo. Además, si tienes suerte, de vez
en cuando te toca cruzarte con alguno de los gigantescos camiones que van a la
colina a por tierra y arena, cuyos conductores, lejos de hacerse a un lado o
aminorar la velocidad, pasan por donde mejor les parece y uno tiene que apartarse
como puede de su paso.
Y tras este entretenido camino,
se coge la carretera al pasar Rugobagoba. Ruanda es un país sin autopistas ni
autovías, ni nada que se les parezca. Aquí todas las carreteras por las que he
ido son prácticamente iguales, de doble sentido, con escasa señalización y con arcenes a ambos lados por donde circula
gente sin parar. Además están limitadas a 80 km/h (es lo más que te dejan
correr aquí) y a 40 km/h durante las travesías, que no son pocas. Y si te pasas
del límite, te arriesgas a encontrarte con una de las muchas patrullas de la policía, apostada
a ambos lados de la carretera, con un radar en una mano y un AK-47en la otra.
Así que procuro ser un conductor ejemplar.
Claro, que no es algo sencillo,
porque aquí la gente te obliga a conducir mal. Sucede algo parecido como cuando
intentas conducir respetando las normas de circulación jugando al GTA (para los
más mayores, un videojuego donde se fomenta el saltarse todo tipo de normas de
civismo). Aquí todo el mundo conduce tan mal (por lo menos, para nuestros
estándares), que debes adaptarte. Y la verdad es que cuesta bastante poco,
porque se trata de darle a tu conducción un aire fresco de libertad; no regirte
por las líneas ni los carriles y lanzarte a la aventura en los cedas o los stops para conseguir paso.
Y en ese ambiente libertino, uno
puede interactuar con camiones, coches, furgo-taxis, moto-taxis, bici-taxis y con los omnipresentes viandantes. Además de los coches, en carretera lo más común suele ser cruzarse
con las furgo-taxis (auténticas temerarias que adelantan dónde y cuándo nadie
más se atrevería a hacerlo) y con camiones, algunos de ellos que suben las
empinadas cuestas de las colinas a, literalmente, 20 km/h. En los últimos 2 km
antes de llegar a Kigali, ya se empieza a ver mucha actividad, y la carretera
se estrecha al incrementarse en ambos sentidos el número de viandantes y, sobre
todo, moto-taxis y bici-taxis. Es en este momento cuando uno tiene que aprender
a utilizar los dos ojos de forma independiente; el izquierdo para vigilar a las
motos que te adelantan y a los vehículos que vienen en sentido contrario,
invadiendo tu carril para adelantar ellos a su vez, y el derecho para vigilar
de no comerte a una de las bicis que no dejas de adelantar, alguna de ellas
llevando a niños verdaderamente pequeños.
Y cuando se va el Sol, comienza
el espectáculo de la conducción nocturna. Aquí, por norma general, se llevan
las largas. Da igual que lleves a alguien delante o te cruces con un coche,
ellos llevan las largas porque alumbran más. Y si les das una ráfaga para
indicarle amablemente que pongan las cortas, ellos te hacen una ráfaga de
cortas, es decir, que ponen las cortas durante medio segundo, y luego vuelven a
las largas. Así que es muy normal ir conduciendo por la noche, cegado totalmente, y con gente caminando por el arcén (sin ningún tipo de protección por
medio) en la más absoluta oscuridad. Porque esta gente tiene la capacidad de
ver en medio de la oscuridad, pero claro, tú no sabes dónde pueden estar hasta
que pasas por su lado.
Total, que ya puestos un poco en
situación, os voy a contar lo que nos pasó el otro día:
Era un domingo soleado y nos
disponíamos a pasar un día de descanso en el lago Muhazi. Íbamos la misión al
completo: conducía yo y llevaba a las siete hermanas en el coche. Seis vidas
misioneras en mis manos. Justo tras pasar Kigali, empezábamos una recta de las
de 80 km/h. Y en ese momento veo como viene en sentido contrario un coche adelantando a toda una hilera
de coches. Otro temerario más” es lo que
pienso. Pero veo que a éste no le va a dar tiempo, acercándose peligrosamente al coche que teníamos delante. Y cuando le quedan pocos metros
para chocarse con él, se mete bruscamente en su carril, sin haber terminado de
adelantar al autobús que encabezaba la hilera, de manera que con su lateral
trasero toca al morro del autobús, y empieza a derrapar hacia el exterior de la
calzada justo cuando pasa el coche que llevamos delante. Pero luego, por la
inercia del derrape, gira bruscamente hacia nuestro carril, y, con las
ruedas chirriando, viene directo hacia nosotros. No sé a cuántos metros
estaría, pero muy pocos. Y en esa fracción de segundo, decido seguir hacia
delante, en lugar de frenar o girar, y menos mal, porque al final pasamos por los pelos
y no nos dio en el culo del coche por muy poco. Así que, tras el susto del
momento, continuamos la marcha, instaurando el 28 de mayo como nuestro
particular día de acción de gracias.
Lo que os decía, una aventura.
PD: A todos aquellos que me decís
que os metéis cada día en el blog para ver si hay contenido nuevo, me encanta
que tengáis tantas ganas de leerlo, ¡pero podéis suscribiros! Así recibiréis un
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¡¡¡Madre mía Javi!!!! Supongo que forma parte de la forma de vida allí, -me ha recordado mucho a mi viaje a la India,- pero ten mucho cuidado. Es muy motivador abrir el correo y encontrar tu mail que me hace desconectar de los asuntos, de las prisas de los clientes y de sus urgentísimos problemas. Así que gracias!!! Un beso enrome, Carmen
ResponderEliminarParece que el AK 47 no es muy eficaz como arma disuasoria.
ResponderEliminarTOP! jajaja
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