¡Umuzungu!
El primer día en Kigali amaneció
lloviendo, y la lluvia nos acompañó todo el camino hasta Mugina.
A las 6 y pico
de la mañana la carretera estaba llena de gente; adultos yendo al mercado o a
trabajar y niños que van a la escuela. Son pocos los que llevan calzado que no
sean unas sandalias. También muchos taxis (tipo furgoneta) y moto taxis, además
de gente en bicicleta.
El paisaje es muy bonito, la vegetación, muy frondosa, está súper verde gracias al primer periodo de lluvias, y se va perdiendo entre las infinitas colinas.
Los últimos 14 kilómetros del
trayecto a Mugina no son asfaltados, y, aunque está recién arreglada, la
carretera está llena de grietas y baches. Niños y mayores se quedan mirando el
coche cuando pasa y alguno señala con el dedo y grita ¡umuzungu!, que
significa “un blanco”.
No se deja de ver gente y casas
por el camino, algunas de cemento, pero muchas otras de adobe. Ruanda, aun
siendo prácticamente igual de extenso que Aragón, tiene más de 12 millones de
habitantes.
Poco antes de llegar, recogemos a
Fidel, un chico que estuvo acudiendo al centro nutricional cuando era niño, y
ahora realiza pequeños trabajos en casa de las Hermanas a cambio de ropa y
comida.
En casa nos reciben el resto de
las Hermanas: Berthilde, Clarisse, Gaudence y Matilde, todas Ruandesas. Ellas
son quienes están al cargo de la misión, formada por el centro nutricional
infantil, la escuela (3 cursos de infantil, y uno de primaria) y el centro de
formación de la mujer o Foyer (pronunciado Fuayer).
Yo estoy alojado en la “casa de
invitados”, lo cual me parece un verdadero lujo. Os la enseño en las fotos.
Relato especial merece mi primera ducha africana, ya que, como la corriente es
muy débil, y además no hay agua caliente, ésta hay que calentarla primero en la
cocina y llevarla en un cubo, para ir cogiéndola con un pequeño cazo (el
naranja, a la izquierda de la foto). Al ser la primera me costó lo suyo, espero
ir cogiendo práctica.
El resto de la mañana estuvimos
conociendo cada uno de los centros; tanto los niños en las clases, como las
jóvenes en el Foyer, y las madres con sus hijos en el centro nutricional, se
quedaban bastante sorprendidos al verme, pero todos tienen una mirada amable y
no tardan en sonreír, especialmente los niños. Eso sí, voy a tener que ponerme
las pilas con el Kinyarwanda, porque el francés que hablan es bastante escaso
(y mucho menos hablan inglés).
En fin, podría explayarme mucho
más, pero no quiero que os canséis tan pronto de mí.
Cuando uno lee cosas tipo lo de la ducha, se da cuenta de la suerte que tiene por vivir en el primer mundo.
ResponderEliminarSigue escribiendo Javi, que no nos aburre. Queremos saber todo!!
Fuerte abrazo
Agus.
No nos cansamos Javi, es precioso lo que nos cuentas y, a mi, hasta me saltan las lágrimas
ResponderEliminarQué bien poder "seguirte" en esta experiencia tan preciosa. Un beso grande de todos los Pologay
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