La misión
En la entrada de hoy, os voy a contar -resumir, más bien- las diferentes labores
sociales que realizan las Hermanas de la Caridad de Santa Ana en Mugina.
Todo empezó el 7 de julio de 1981, cuando tres hermanas llegaron a Mugina (la primera comunidad de la Congregación en Ruanda) para continuar con la labor que había llevado a cabo hasta entonces Medicus Mundi en el Foyer, el centro nutricional y el servicio de maternidad de un hospital cercano.
Apenas se habían cumplido 13 años de misión, cuando en la
primavera de 1994, y ante la situación insostenible y extremadamente peligrosa
que vivía el país, las hermanas tuvieron que salir para España. Pero no
tardaron mucho en volver, a pesar de que el entorno seguía siendo muy conflictivo,
y en 1995 ya estaban reconstruyendo la misión. Agnes, una de las hermanas que
todavía está aquí, vino aquel año.
La época de conflicto y las dificultades del día a día de una zona
de extrema pobreza, no han impedido que, salvo ese breve paréntesis temporal, las hermanas hayan mantenido incansables su misión
en esta comunidad. No sólo en las tareas que ya he dicho, sino también con otras muchas (colaborando
en la pastoral de la parroquia, dando clases en de educación secundaria en el colegio
de secundaria de la zona, visitando familias necesitadas, dando apoyo a niños huérfanos, a discapacitados...).
El centro nutricional atiende a los niños malnutridos de la
zona, hace un seguimiento de la salud de los menores de 5 años, y proporciona formación
a las madres para que les den una alimentación completa y equilibrada. Todo
ello ha contribuido de forma considerable a reducir altas tasas de mortalidad
infantil.
El centro proporciona alimentos a aquellas madres que traen a sus hijos en estado crítico de
malnutrición, suficientes para una semana, para
tratar de revertir dicha situación. Los que necesitan hospitalización son derivados al centro de salud.
A estos, y a todos los demás (actualmente tienen a unos 100 niños
malnutridos), se les hace un seguimiento semanal pesándolos en una báscula y
anotando el peso en función de la edad en la cartilla de cada uno, así como recetándoles
las vacunas cuando les tocan.
Las mujeres que traen sus hijos al seguimiento semanal, colaboran con una aportación mínima de 25 francos por pesaje, que equivalen a unos 3
céntimos de euro, y por la atención nutricional con unos 100, 200 ó 300 francos -entre 12 y 37 céntimos aproximadamente-, dependiendo de si es periodo de sequía o no
(si hay sequía, no hay cultivos, y si no hay cultivos, no hay economía
familiar). Con estas pequeñas contribuciones, además de cubrir una pequeña parte
de los gastos, se les pretende concienciar de que cualquier servicio que
reciban tiene un valor, pues es una sociedad muy acostumbrada a haber recibido ayudas
de forma gratuita durante muchos años.
Una parte fundamental de este proceso es la formación impartida a
las madres en aspectos nutricionales, pero también sobre higiene personal, planificación familiar, la importancia de las vacunas, atención afectiva, enfermedades comunes de los niños y la importancia de llevarlos al centro
de salud ante cualquier síntoma de debilidad.
El Foyer educativo Santa Ana es el centro de formación para
aquellas jóvenes que no han tenido la oportunidad de recibir una educación
primaria o secundaria. Por eso, se les proporciona una formación global,
orientada tanto a la llevanza y cuidado del hogar y los hijos, así como al
aprendizaje de técnicas de corte y confección, posibilitándoles así un futuro
laboral.
En concreto, la formación que reciben comprende las siguientes
áreas: cultura general, cocina, higiene, corte y confección, tricotaje, alfabetización,
inglés, francés y religión. Se compone de dos cursos, uno básico y otro más avanzado (parecía lógico,
¿no?), contando cada uno con dos profesoras que enseñan a las casi 40 alumnas
del centro, que acuden a clase de lunes a viernes.
Los productos que elaboran en el centro son de lo más variado: pulseras, pendientes y collares hechos a partir de papel reciclado (los cuales
ya he aprendido a hacer), bolsos de tela o de plásticos también reciclados, manteles,
vestidos y trajes, batas, pañuelos, uniformes escolares, fundas de ordenador y
estuches (seguro que me dejo algo...).
Todo ello lo venden a final del curso -que va desde enero a
noviembre- en un mercadillo/exposición, en el mismo Foyer. Espero
editar pronto un catálogo para que también vosotros podáis hacer vuestros pedidos, que sé que lo
estáis deseando.
Además, las hermanas también dirigen un taller profesional de
corte y confección, en el que trabajan varias mujeres confeccionando prendas de
vestir, y que sirve como salida laboral a las jóvenes del Foyer.
En el año 2010, aunque no formaba parte de sus planes iniciales,
las hermanas se vieron en la necesidad de abrir una guardería ante la
demanda de las madres que asistían al centro nutricional, y que no podían compaginar el trabajo con el cuidado de sus
hijos. Algunas madres dejaban los niños con sus hermanos mayores,
pero tampoco era una solución adecuada, ya que entonces éstos dejaban de ir a
la escuela.
Al principio la guardería atendía a 15 niños, pero los padres, debido al alto
nivel de satisfacción con la educación recibida por sus
hijos en la guardería, han ido pidiendo a las hermanas que aumenten los
cursos de escolarización. Resultado: ahora tienen 125 alumnos repartidos
en 3 cursos de infantil y primero de primaria, y al año que viene quieren habilitar
un aula para un segundo curso de primaria. Algunos de ellos pagan una cuota
mínima como matrícula, y otros, los más pobres, están apadrinados o becados
para poder estudiar.
He tenido la oportunidad de mantener entrevistas con varios de los
padres que traen a sus hijos a la guardería, y todos ellos coinciden en que la
educación que las hermanas y su equipo de profesores imparten aquí no tiene
nada que ver con la que se ofrece en las escuelas públicas. Según ellos, aquí no
sólo se les enseña, sino que se les educa desde el amor y los valores,
ofreciendo una atención especial. Y, aunque es cierto que Ruanda ha
conseguido que la inmensa mayoría de sus niños -y son muchos- vayan a la
escuela, la realidad es que sus infraestructuras y personal actuales no tienen
capacidad para poder dar una educación cualitativa.
Pues bien, ésta es una de las 250 comunidades que forman las 2.000
Hermanas de la Caridad de Santa Ana (cifras aproximadas) repartidas por todo el
mundo. En todas ellas llevan su mensaje de amor a los más necesitados
y desfavorecidos; una obra de inmensurable valor que desempeñan con total
discreción.
Por eso me gustaría, a través de este blog, daros a conocer un
poco más su misión y que seáis testigos no presenciales de la labor que realiza la
Congregación. Invitándoos también a que transmitáis el mensaje cuando participéis en una de esas
conversaciones que a menudo surgen para criticar a la Iglesia, con motivo de noticias que salen en los periódicos.
Y es que lo malo, aunque poco, suena mucho, y lo bueno, aunque
mucho, suena poco.
¡Pues que suene lo bueno!
Si os cansáis, descansad,
pero nunca os rindáis
Eres genial Javi.
ResponderEliminar