Un finde normal en Kivumu

Hola a todos!!

Pensaba dedicar esta nueva entrada a contaros un poco qué tareas voy a tener para hacer este año, tanto del proyecto de la Fundación como algunas otras, pero es que este finde hemos estado en Kivumu, y os lo quería contar un poco. No es que haya sido nada fuera de lo normal aquí, pero es que lo normal es tan relativo…

La semana pasada estuvo en Mugina José Antonio, otro voluntario español que ha venido un mes a ayudar a las hermanas de Kivumu, y como se marcha este próximo miércoles, tenía que coger sus cosas de allí, así que aprovechamos y hemos ido a pasar el finde con Agnes, Asun e Immaculée (hermana de Kivumu pero que está este mes en Kigali)*.


Como el camino hasta Kivumu es largo en coche (a la hora y pico de ir hasta Kigali hay que sumarle otras cuatro o cuatro horas y media, según tardamos la última vez), el viernes comimos pronto y nos pusimos en marcha.

El trayecto es en su mayor parte subir y bajar colinas, lo cual es una gozada porque vas alternando vistas espectaculares de paisaje, animales (vimos monos!) y mucha gente, pero se puede hacer muy estresante por los adelantamientos imposibles que hacen las furgo-taxis, o cuando te encuentras con un camión que sube literalmente a 10 km/h y te pegas un buen rato sin poder adelantar. Esta vez no fue el caso, aunque sí vimos uno de ellos tumbado contra la montaña porque se había pasado de ir rápido…

Otra cosa muy curiosa es el lenguaje que emplean -y que ya practico- para avisarse de si hay policía vigilando la velocidad, ya que es muy frecuente encontrarse cada poco tiempo con una patrulla. Por eso, para saber si hay policía en el camino, no se tiene más que darle las largas a cualquiera que venga de frente, que le indicará con la mano si hay vía libre (con un gesto como diciendo “ven”) o por el contrario hay alguna patrulla (señalando con el dedo índice hacia el suelo). Si te han preguntado y tú también lo quieres saber, no tienes más que dar también una ráfaga de largas.

Bueno, pues el camino se hizo bastante rápido ya que no nos cruzamos casi camiones ni mucha policía y pude aligerar un poco (me llegué a poner a 100, y me pareció que eran 180 jeje), porque además no quería que me pillara la noche pronto, ya que conducir de noche requiere todavía más un sexto sentido.

Llegamos a Kivumu casi para la cena, donde nos esperaban las hermanas Marceline, Maria José y Vestine. Ellas con su polar, porque dicen que hace mucho frío. A mí no me hizo falta abrigo, pero sí que es verdad que hacía un fresquete agradable (está a 2.200 metros), y de hecho la ducha me la di con agua caliente (calentada y cogida de la cocina) y por la noche dormí con dos mantas.


La mañana del sábado la empleé primero en juntarme con Immaculée y Marceline, como responsables del proyecto en Kivumu, para que me pusieran un poco al día de cómo se había desarrollado hasta ahora (tened en cuenta que empezó en septiembre) y para comentar con ellas las que iban a ser mis tareas y organizarnos. Luego nos fuimos con Agnes, José Antonio (que nos hizo de guía) y Asun para que ésta viera las plantaciones de té por la carretera, que es un regalo para la vista. En la carretera no se dejaban de ver niños cargando fardos de leña en la cabeza, y mujeres cargando sacos de carbón. Por lo visto el carbón lo llevan andando a la ciudad, donde les cuesta un día entero bajar, para ganarse 1 euro más o menos. Y luego tienen que subir, claro.

La tarde la empleamos en bajar a la orilla del lago Kivu y pasear un poco por Gisenyi, la ciudad más grande de la zona. Al volver a Kivumu, pudimos ver a lo lejos el resplandor rojo del cráter del volcán congoleño Nyiaragongo, otro paisaje alucinante.


En la cena, Immaculée, que en principio se bajaba con nosotros al día siguiente, nos dijo que se tenía que marchar a Kigali de madrugada al funeral de una niña de la zona, que por lo visto se había muerto al caérsele la puerta de su casa encima… 8 años tenía. Nos quedamos un poco en shock, y preguntándonos cómo pueden pasar estas cosas.

A la mañana siguiente fuimos a misa de 8. Llegamos 5 minutos antes y ya estaba abarrotada de gente rezando el rosario, pero como vamos con las hermanas, somos VIP y nos sentamos en primera fila. Era un domingo cualquiera y calculamos que aproximadamente habría unas 1.500 personas, no cabía nadie más -de hecho, había gente fuera-. Fueron más de dos horas que no se hicieron ni largas ni pesadas, a pesar de no entender casi nada. Pero hay tanto color y cantan tanto y tan bien… 

Al salir, aprovechamos para darnos una vuelta y tener un rato de conversación con Marceline, que nos estuvo contando de las chicas que van a estudiar al Foyer. Nos sorprendió diciendo que algunas de ellas emplean 3 horas caminando para ir, y otras tantas para volver! Y nosotros que nos quejamos porque no tenemos moto, o que nos llueve por el camino.

En fin, como teníamos que salir pronto para no llegar muy tarde a casa, comimos a las 12, recogimos y nos marchamos. El camino de vuelta se hizo todavía más corto porque íbamos más ligeros (Asun y José Antonio se quedaron en Kivumu) y no pillamos casi tráfico. En tres horas nos lo pulimos.

Este ha sido mi finde, para la próxima a ver si os cuento un poco de lo que voy a tener que hacer este año ;)

Un abrazo a todos!

Javi


*Me imagino que igual os hacéis un lío con tanto nombre! Las HCSA tienen 3 comunidades en Ruanda: en Kigali (la capital), donde tienen el noviciado, en Mugina, donde estoy yo, y en Kivumu, más al norte, al lado del lago Kivu, frontera con el Congo.

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